sábado, 29 de agosto de 2009

AUGURIOS

Catástrofes arremolina el viento, adentrándose al patíbulo de la metrópolis. Mientras acaece el crepúsculo, los jerarcas en sus refu-gios sirven del mejor cebo en sus “festines”. No hay ensueños de auroras boreales como augurios de un milagro; sólo pálidos soles, y con ellos nuestra ilusión, alejándose.